"Recordando cierta discusión en un autobús en que intervino el administrador de este blog y teniendo en cuenta que estoy manteniendo ahora un debate muy intenso con un compañero filósofo acerca de lo mismo, me he decidido a hablar de lo más cercano y a la vez lo más difícil de todo lo que se puede tratar: la felicidad.
En un primer momento, parece muy fácil responder que
la felicidad es lo que cada uno hace de ella. Esto tiene muchos problemas
porque de alguna manera apreciamos que no toda la felicidad tiene el mismo
valor. No admitimos la felicidad del pederasta, pero sí la del padre de familia
que juega con su hijo. Tampoco parece lo mismo alcanzar la felicidad mediante
nuestros actos que inyectarse heroína y sentir algo menos que tu mejor polvo
multiplicado por mil.
Detrás de todo esto puede decirse que la felicidad
no es más que una predisposición orgánica del cuerpo, una sensación que tenemos
y ya está. Admitir esto, además de ser profundamente desconsolador para la
gente, es caer en un error. No es lo mismo ser feliz que sentirse feliz.
Además, que aceptar las teorías tan radicales que manejan ahora ciertos
científicos (si se les puede llamar así) implicarían cosas que ni siquiera
ellos mismos están dispuestos a admitir. Se creen que por decir estas patochadas
han eliminado ese resto cristiano que llaman alma. Lo que hacen es promoverlo.
No han creado una única materia, sino que han incluido el alma dentro de lo
físico. Siguen siendo tan dualistas como cualquier cristiano. Dicen que somos
nuestro cerebro, pero sin embargo hablan de YO siento porque mi cerebro…
incluso verbalmente deben separarlo. Tenemos un serio problema para determinar
que es la felicidad y aunque no voy a dar respuesta, voy a intentar crear una
reflexión acerca del tema.
Vamos a hacernos una primera pregunta. ¿Qué es la
felicidad? Sinceramente, no lo sé. Sin embargo, todos pensamos que es una forma
de completitud. Cuando somos felices, de alguna forma, estamos completos. Quizá
nos acercamos a la completitud. Sea lo que sea, es una meta, o nos lo
proponemos como tal. Dejemos por ahora esta pregunta sin responder. Veamos los
factores.
¿Quién puede ser feliz? ¿Cómo lo es? ¿Dónde la
encuentra? Preguntas difíciles. Aquí voy a partir de Kant. Según el filósofo
alemán, la felicidad es un fin, y como tal, hay una causa de ese fin. Esto
sería el deseo. Yo deseo, entonces hago todo lo posible para alcanzar cierto
cumplimiento de deseo. Un mandato que diga “si quieres ser feliz, deberás hacer
tal” implica una condición. Esa condición es algo terrenal. Parte del deseo. A
partir de ese hacemos acciones y, en consecuencia, si conseguimos traer al ser
aquello que no está y que nos haría felices que estuviera, somos felices. Con
traer al ser me refiero a modificar el mundo para conseguir lo que sea, no sólo
construir o algo así.
Esto para él es malo porque no actúa conforme al
deber, sino conforme al deseo, a la materialidad, a aquello que es más
irracional. ¿Qué puede haber más irracional que el deseo?
Todo esto tiene un motivo. Encontramos que quien
puede ser feliz, es aquel ser que desea y busca cumplir el deseo. Pero no sólo
eso, el único que puede ser feliz es aquel que elige entre lo que quiere y lo
que debe. En otras palabras, el único que puede ser feliz es aquel que desea y
es libre.
Hago hincapié en este punto para aquellos que
consideran que los animales pueden ser felices. Es imposible admitir la
felicidad, el deseo, si no hay una libertad de acción. Si una persona, por lo
que sea, está obligada a dar un guantazo a cada persona con la que se cruza en
la calle no decimos que es feliz haciendo lo que hace, decimos que no lo puede
hacer de otra manera. Exactamente. Si no podemos actuar de otra manera, no
elegimos. Si no podemos elegir, no podemos desear, ya que el mundo es como es y
no podemos decidir que algo que no es pase a existir (desear).
Resumo hasta ahora. Partiendo de todas las
circunstancias y partes que hay para alcanzar lo llamado felicidad, encontramos
diferentes cosas. El deseo es querer traer a la existencia lo que no existe.
Para poder decidir cambiar el mundo, hace falta ser libre para poder rechazar
lo que pasa por sistema. El mundo es algo que tiene leyes, pero el deseo no. Si
el deseo tuviera leyes, entonces no sería deseo, sería una predisposición
natural, simplemente. No habría felicidad si todo fuera determinado, ya que no
nos haría ni felices ni infelices, sino simplemente lo que somos. La felicidad
y el deseo suponen la nada, lo que no es, lo imposible.
Sin embargo, el hombre no es sólo deseo. Es también
deber. Tenemos razón y tenemos pasiones. A veces, con razón, negamos nuestros
impulsos y los apartamos y no los cumplimos por considerarlos poco factibles.
Esto hay dos formas de explicarlo. Por un lado, nuestro deseo es conseguir algo
con la mejor estrategia posible. Esta estrategia la determina la razón, que nos
permite crear cadenas de acciones hasta llegar al fin. Por otro lado, podría
decirse que estos conceptos son contrarios y la razón se da cuenta de que
ciertos afectos son malos. Aquí distinguiríamos entre los que se guían de forma
egoísta y los que se guían pensando con la cabeza y viendo la mejor solución de
todas.
Por la cuenta que nos trae, la única forma de ser
felices es admitiendo que somos seres con pasiones, ya que la razón nos asegura
un camino, pero no nos permite la felicidad.
A mi amigo le planteé un problema y es si todos los
hombres pueden llegar a ser felices por igual. ¿Son igual de felices cualquier
persona que haga cualquier cosa que desee? Mi apuesta era que sí, pero era
reticente a pensar que la felicidad de ciertos residuos sociales era igual que
la mía. No es lo mismo una persona que busca la felicidad que aquel que la
consigue metiéndose droga, si es que la consigue. Entonces, me di cuenta de que
era muy difícil determinar qué hace feliz a la gente. Pero, entre todas las
cosas que veía, había algo que no me encajaba y era el valor de las personas.
Parece duro decirlo así, pero tiene explicación.
Obviamente no todas las acciones son iguales y todas tienen una causa común: el
deseo. Entonces, si el origen del deseo es el hombre, había que ver si éramos
distintos ese tonto de baba que disfruta “viviendo la vida” o yo.
Hasta ahora, hemos visto que la felicidad era llevar
al ser aquello que deseamos. Por tanto, la infelicidad será cuando deseamos
algo y no está. Ejemplo: si yo amo a alguien y no consigo que me ame, seré
infeliz, pero si ella también me ama, el mundo exterior es como deseo que sea,
y por tanto soy feliz. Hay una cierta adecuación entre el deseo y el mundo
cuando somos felices. De esta manera, es fácil darse cuenta que hay un sujeto
que desea y un mundo que se configura y da un resultado.
Entonces, me pongo a pensar en las modas, y en un
montón de idioteces que nos entran por los ojos. Que la felicidad es
sensaciones, que es algo del mundo, etc.
Yendo por partes. La ciencia sólo puede estudiar el
mundo físico. Este mundo es el mundo exterior a nuestra conciencia, donde están
las pasiones que son, por cierto, incontrolables. Si decidimos que la felicidad
es parte del exterior, lo que conseguimos es que su causa también lo sea, es
decir, el deseo. Si el deseo es exterior, entonces no deseamos y si no
deseamos… ¿qué clase de hombres somos? ¿Realmente merece la pena buscar la
verdad del deseo en la ciencia para luego dar con un ser humano vacío, sin pasión
alguna y sin nada con lo que vivir más que con una conciencia que sabe que es
falsa? Lo único que realmente no necesita justificación para ser nuestro, lo
único que nos hace realmente libres que es el desear se intenta convertir en un
fenómeno más, en algo que no es nuestro. Deberíamos tener cuidado con nuestras
afirmaciones.
Pero cabe otra forma de tratar la felicidad parecida
a esta y que tampoco es correcta. Si estamos de acuerdo en que el mundo es de
una manera y sólo dependiendo de él se verán cumplidos nuestros deseos, ante la
idea de imposibilidad de cumplir los deseos, existe una forma de intentar
alcanzar la felicidad y que podría ser factible. Con la ciencia el problema que
tenemos es que objetivamos tanto el deseo que simplemente deja de ser nuestro.
Ahora vemos el mundo. Vemos que deseamos y no podemos cumplir nuestros deseos.
Entones hay dos formas de actuar: asumir con madurez y asumir con inmadurez.
El término madurez lo utilizo tal y como está
entendido coloquialmente. Los niños son inmaduros porque todo lo que desean lo
quieren sin tener en cuenta que no puede ser alcanzado. La madurez es asentar
la cabeza y asumir el mundo como es. Pero como digo, hay dos formas de actuar.
Asumir con madurez implica aceptar el mundo como es.
En esto coincide con la otra forma que veremos posteriormente. No obstante, lo
que se llama madurez se basa en una negación del sentimiento. Sin lugar a duda,
cuando decimos que debemos ser maduros significa que aceptes la realidad y
dejes de desear lo imposible (deja de ser de un niño).
Antes de pasar a la otra forma, conviene explicar
las consecuencias de esta. Con ejemplos de infelicidad se puede ver mejor esto.
Si tenemos el deseo A y para cumplirlo necesitamos que el mundo sea B, pero
resulta que es C, podemos asumirlo partiendo del propio mundo. En otros
términos: dejo de desear A porque B es imposible y, en consecuencia veo el
mundo C. Pero, ¿cuál es ese error de admitir el mundo? De admitirlo ninguno. El
problema es que, por mucho que lo admitamos, seguiremos deseando la felicidad,
de manera que si el deseo A resulta problemático por hacernos infelices, puedo
cambiarlo. ¿Cómo? Veo el mundo C y descubro que me puede proporcionar
satisfacción si deseo D. En tal caso, cambio A por D y, como el mundo es C, soy
feliz.
Este camino puede parecer que no tiene ningún error
y alguien podría decir, pues será verdaderamente feliz. El problema es que no
se tiene en cuenta de donde viene la pasión. Teniendo el deseo A, realmente
tengo el deseo propio de mí. Soy una persona tal, con tal circunstancia y tales
valores y deseo esto (A) y no aquello (D). Afirmarme como hombre, como
individuo, supone además afirmarme como ser que desea y que piensa. Mis
pensamientos son míos, igual que mis pasiones. Los pensamientos, o razonamientos
si lo queréis llamar así, son en base a deberes, verdades, argumentos… cambiar
de argumentos no es malo si me doy cuenta que hay otros más sólidos y
perfectos. Sin embargo, el deseo es irracional y como tal no tiene sentido
alguno cambiarlo. Puede cambiarse involuntariamente, pero cambiarlo no. Por
eso, la persona que pasa de desear A a desear D, lo único que hace es matarse
como persona porque está dejándose doblegar por el mundo. Sus afectos empiezan
a ser programados por un mundo exterior cuando lo importante es que sean de uno
mismo.
Por tanto, cambiar de deseo supone la eliminación
del sujeto como ser pasional y un ser que no tiene pasión, nunca podrá ser
feliz verdaderamente. Será sólo un ser satisfecho con el mundo que se le ha
dado, pero dudaría mucho de llamarlo persona por haber eliminado parte de su
identidad personal.
La otra vía es la inmadura, es decir, la que te dice
que no cambies tu deseo. Esta vía es la única por la que podemos ser felices,
sin embargo, es una vía de sufrimiento. El motivo es claro. Yo deseo A y el
mundo debería ser B para que yo fuese feliz, pero como es C no puedo. Empero,
no me elimino como persona, no mato mis pasiones por el mundo, lo que significa
que seré infeliz. Esto no significa que el mundo sea un valle de lágrimas, sino
precisamente de esperanza. La búsqueda de la felicidad consistirá en afirmar
mis pasiones y mirar el mundo. Asumo que no puedo cumplir mi deseo. Pues, si
este no cambia con el tiempo, estaré con el ojo puesto para que, en cuanto
cambia el mundo, intente cumplir mis objetivos. Lucharé, tendré derecho a
mosquearme con el mundo, seré desgraciado por no ser feliz.
Resumiendo. Lo primero que debemos hacer es
afirmarnos a nosotros mismos, aprender a conocernos, sentir nuestros afectos y
comprender nuestras razones. Después miremos el mundo y si no es como queremos
que sea, sed infelices, pero caminad hacia la felicidad, cambiadlo en el primer
despiste que tenga. “Una de las ventajas de no ser feliz es que se puede desear la felicidad.” decía Unamuno y no
se equivocaba, porque lo importante es desear."