martes, 10 de enero de 2012

Reflexión sobre la felicidad

A continuación os presento un texto que me ha enviado mi amigo Linkshänder para que publicara en una de las entradas de "los simposios de Donnie y Frank", es decir, aquí. Es un texto en el que reflexiona sobre la felicidad, sus formas, sus vías y otros muchos aspectos más sobre esta amante esquiva:

        "Recordando cierta discusión en un autobús en que intervino el administrador de este blog y teniendo en cuenta que estoy manteniendo ahora un debate muy intenso con un compañero filósofo acerca de lo mismo, me he decidido a hablar de lo más cercano y a la vez lo más difícil de todo lo que se puede tratar: la felicidad.
En un primer momento, parece muy fácil responder que la felicidad es lo que cada uno hace de ella. Esto tiene muchos problemas porque de alguna manera apreciamos que no toda la felicidad tiene el mismo valor. No admitimos la felicidad del pederasta, pero sí la del padre de familia que juega con su hijo. Tampoco parece lo mismo alcanzar la felicidad mediante nuestros actos que inyectarse heroína y sentir algo menos que tu mejor polvo multiplicado por mil.
Detrás de todo esto puede decirse que la felicidad no es más que una predisposición orgánica del cuerpo, una sensación que tenemos y ya está. Admitir esto, además de ser profundamente desconsolador para la gente, es caer en un error. No es lo mismo ser feliz que sentirse feliz. Además, que aceptar las teorías tan radicales que manejan ahora ciertos científicos (si se les puede llamar así) implicarían cosas que ni siquiera ellos mismos están dispuestos a admitir. Se creen que por decir estas patochadas han eliminado ese resto cristiano que llaman alma. Lo que hacen es promoverlo. No han creado una única materia, sino que han incluido el alma dentro de lo físico. Siguen siendo tan dualistas como cualquier cristiano. Dicen que somos nuestro cerebro, pero sin embargo hablan de YO siento porque mi cerebro… incluso verbalmente deben separarlo. Tenemos un serio problema para determinar que es la felicidad y aunque no voy a dar respuesta, voy a intentar crear una reflexión acerca del tema.
Vamos a hacernos una primera pregunta. ¿Qué es la felicidad? Sinceramente, no lo sé. Sin embargo, todos pensamos que es una forma de completitud. Cuando somos felices, de alguna forma, estamos completos. Quizá nos acercamos a la completitud. Sea lo que sea, es una meta, o nos lo proponemos como tal. Dejemos por ahora esta pregunta sin responder. Veamos los factores.
¿Quién puede ser feliz? ¿Cómo lo es? ¿Dónde la encuentra? Preguntas difíciles. Aquí voy a partir de Kant. Según el filósofo alemán, la felicidad es un fin, y como tal, hay una causa de ese fin. Esto sería el deseo. Yo deseo, entonces hago todo lo posible para alcanzar cierto cumplimiento de deseo. Un mandato que diga “si quieres ser feliz, deberás hacer tal” implica una condición. Esa condición es algo terrenal. Parte del deseo. A partir de ese hacemos acciones y, en consecuencia, si conseguimos traer al ser aquello que no está y que nos haría felices que estuviera, somos felices. Con traer al ser me refiero a modificar el mundo para conseguir lo que sea, no sólo construir o algo así.
Esto para él es malo porque no actúa conforme al deber, sino conforme al deseo, a la materialidad, a aquello que es más irracional. ¿Qué puede haber más irracional que el deseo?
Todo esto tiene un motivo. Encontramos que quien puede ser feliz, es aquel ser que desea y busca cumplir el deseo. Pero no sólo eso, el único que puede ser feliz es aquel que elige entre lo que quiere y lo que debe. En otras palabras, el único que puede ser feliz es aquel que desea y es libre.
Hago hincapié en este punto para aquellos que consideran que los animales pueden ser felices. Es imposible admitir la felicidad, el deseo, si no hay una libertad de acción. Si una persona, por lo que sea, está obligada a dar un guantazo a cada persona con la que se cruza en la calle no decimos que es feliz haciendo lo que hace, decimos que no lo puede hacer de otra manera. Exactamente. Si no podemos actuar de otra manera, no elegimos. Si no podemos elegir, no podemos desear, ya que el mundo es como es y no podemos decidir que algo que no es pase a existir (desear).
Resumo hasta ahora. Partiendo de todas las circunstancias y partes que hay para alcanzar lo llamado felicidad, encontramos diferentes cosas. El deseo es querer traer a la existencia lo que no existe. Para poder decidir cambiar el mundo, hace falta ser libre para poder rechazar lo que pasa por sistema. El mundo es algo que tiene leyes, pero el deseo no. Si el deseo tuviera leyes, entonces no sería deseo, sería una predisposición natural, simplemente. No habría felicidad si todo fuera determinado, ya que no nos haría ni felices ni infelices, sino simplemente lo que somos. La felicidad y el deseo suponen la nada, lo que no es, lo imposible.
Sin embargo, el hombre no es sólo deseo. Es también deber. Tenemos razón y tenemos pasiones. A veces, con razón, negamos nuestros impulsos y los apartamos y no los cumplimos por considerarlos poco factibles. Esto hay dos formas de explicarlo. Por un lado, nuestro deseo es conseguir algo con la mejor estrategia posible. Esta estrategia la determina la razón, que nos permite crear cadenas de acciones hasta llegar al fin. Por otro lado, podría decirse que estos conceptos son contrarios y la razón se da cuenta de que ciertos afectos son malos. Aquí distinguiríamos entre los que se guían de forma egoísta y los que se guían pensando con la cabeza y viendo la mejor solución de todas.
Por la cuenta que nos trae, la única forma de ser felices es admitiendo que somos seres con pasiones, ya que la razón nos asegura un camino, pero no nos permite la felicidad.
A mi amigo le planteé un problema y es si todos los hombres pueden llegar a ser felices por igual. ¿Son igual de felices cualquier persona que haga cualquier cosa que desee? Mi apuesta era que sí, pero era reticente a pensar que la felicidad de ciertos residuos sociales era igual que la mía. No es lo mismo una persona que busca la felicidad que aquel que la consigue metiéndose droga, si es que la consigue. Entonces, me di cuenta de que era muy difícil determinar qué hace feliz a la gente. Pero, entre todas las cosas que veía, había algo que no me encajaba y era el valor de las personas.
Parece duro decirlo así, pero tiene explicación. Obviamente no todas las acciones son iguales y todas tienen una causa común: el deseo. Entonces, si el origen del deseo es el hombre, había que ver si éramos distintos ese tonto de baba que disfruta “viviendo la vida” o yo.
Hasta ahora, hemos visto que la felicidad era llevar al ser aquello que deseamos. Por tanto, la infelicidad será cuando deseamos algo y no está. Ejemplo: si yo amo a alguien y no consigo que me ame, seré infeliz, pero si ella también me ama, el mundo exterior es como deseo que sea, y por tanto soy feliz. Hay una cierta adecuación entre el deseo y el mundo cuando somos felices. De esta manera, es fácil darse cuenta que hay un sujeto que desea y un mundo que se configura y da un resultado.
Entonces, me pongo a pensar en las modas, y en un montón de idioteces que nos entran por los ojos. Que la felicidad es sensaciones, que es algo del mundo, etc.
Yendo por partes. La ciencia sólo puede estudiar el mundo físico. Este mundo es el mundo exterior a nuestra conciencia, donde están las pasiones que son, por cierto, incontrolables. Si decidimos que la felicidad es parte del exterior, lo que conseguimos es que su causa también lo sea, es decir, el deseo. Si el deseo es exterior, entonces no deseamos y si no deseamos… ¿qué clase de hombres somos? ¿Realmente merece la pena buscar la verdad del deseo en la ciencia para luego dar con un ser humano vacío, sin pasión alguna y sin nada con lo que vivir más que con una conciencia que sabe que es falsa? Lo único que realmente no necesita justificación para ser nuestro, lo único que nos hace realmente libres que es el desear se intenta convertir en un fenómeno más, en algo que no es nuestro. Deberíamos tener cuidado con nuestras afirmaciones.
Pero cabe otra forma de tratar la felicidad parecida a esta y que tampoco es correcta. Si estamos de acuerdo en que el mundo es de una manera y sólo dependiendo de él se verán cumplidos nuestros deseos, ante la idea de imposibilidad de cumplir los deseos, existe una forma de intentar alcanzar la felicidad y que podría ser factible. Con la ciencia el problema que tenemos es que objetivamos tanto el deseo que simplemente deja de ser nuestro. Ahora vemos el mundo. Vemos que deseamos y no podemos cumplir nuestros deseos. Entones hay dos formas de actuar: asumir con madurez y asumir con inmadurez.
El término madurez lo utilizo tal y como está entendido coloquialmente. Los niños son inmaduros porque todo lo que desean lo quieren sin tener en cuenta que no puede ser alcanzado. La madurez es asentar la cabeza y asumir el mundo como es. Pero como digo, hay dos formas de actuar.
Asumir con madurez implica aceptar el mundo como es. En esto coincide con la otra forma que veremos posteriormente. No obstante, lo que se llama madurez se basa en una negación del sentimiento. Sin lugar a duda, cuando decimos que debemos ser maduros significa que aceptes la realidad y dejes de desear lo imposible (deja de ser de un niño).
Antes de pasar a la otra forma, conviene explicar las consecuencias de esta. Con ejemplos de infelicidad se puede ver mejor esto. Si tenemos el deseo A y para cumplirlo necesitamos que el mundo sea B, pero resulta que es C, podemos asumirlo partiendo del propio mundo. En otros términos: dejo de desear A porque B es imposible y, en consecuencia veo el mundo C. Pero, ¿cuál es ese error de admitir el mundo? De admitirlo ninguno. El problema es que, por mucho que lo admitamos, seguiremos deseando la felicidad, de manera que si el deseo A resulta problemático por hacernos infelices, puedo cambiarlo. ¿Cómo? Veo el mundo C y descubro que me puede proporcionar satisfacción si deseo D. En tal caso, cambio A por D y, como el mundo es C, soy feliz.
Este camino puede parecer que no tiene ningún error y alguien podría decir, pues será verdaderamente feliz. El problema es que no se tiene en cuenta de donde viene la pasión. Teniendo el deseo A, realmente tengo el deseo propio de mí. Soy una persona tal, con tal circunstancia y tales valores y deseo esto (A) y no aquello (D). Afirmarme como hombre, como individuo, supone además afirmarme como ser que desea y que piensa. Mis pensamientos son míos, igual que mis pasiones. Los pensamientos, o razonamientos si lo queréis llamar así, son en base a deberes, verdades, argumentos… cambiar de argumentos no es malo si me doy cuenta que hay otros más sólidos y perfectos. Sin embargo, el deseo es irracional y como tal no tiene sentido alguno cambiarlo. Puede cambiarse involuntariamente, pero cambiarlo no. Por eso, la persona que pasa de desear A a desear D, lo único que hace es matarse como persona porque está dejándose doblegar por el mundo. Sus afectos empiezan a ser programados por un mundo exterior cuando lo importante es que sean de uno mismo.
Por tanto, cambiar de deseo supone la eliminación del sujeto como ser pasional y un ser que no tiene pasión, nunca podrá ser feliz verdaderamente. Será sólo un ser satisfecho con el mundo que se le ha dado, pero dudaría mucho de llamarlo persona por haber eliminado parte de su identidad personal.
La otra vía es la inmadura, es decir, la que te dice que no cambies tu deseo. Esta vía es la única por la que podemos ser felices, sin embargo, es una vía de sufrimiento. El motivo es claro. Yo deseo A y el mundo debería ser B para que yo fuese feliz, pero como es C no puedo. Empero, no me elimino como persona, no mato mis pasiones por el mundo, lo que significa que seré infeliz. Esto no significa que el mundo sea un valle de lágrimas, sino precisamente de esperanza. La búsqueda de la felicidad consistirá en afirmar mis pasiones y mirar el mundo. Asumo que no puedo cumplir mi deseo. Pues, si este no cambia con el tiempo, estaré con el ojo puesto para que, en cuanto cambia el mundo, intente cumplir mis objetivos. Lucharé, tendré derecho a mosquearme con el mundo, seré desgraciado por no ser feliz.
Resumiendo. Lo primero que debemos hacer es afirmarnos a nosotros mismos, aprender a conocernos, sentir nuestros afectos y comprender nuestras razones. Después miremos el mundo y si no es como queremos que sea, sed infelices, pero caminad hacia la felicidad, cambiadlo en el primer despiste que tenga. “Una de las ventajas de no ser feliz es que se puede desear la felicidad.” decía Unamuno y no se equivocaba, porque lo importante es desear."



3 comentarios:

  1. Creo que ya queda poco por decir del tema después de esta gran reflexión! Siempre he pensado que quien no desea nada en esta vida, está muerto. Así que parece ser que Unamuno y yo somos similares en eso. Sólo destacaría una cosa, el extremismo feliz-infeliz que trata el texto. Supongo que estará puesto así de modo aclaratorio, porque existen diferentes grados de felicidad entre medias a mi parecer.

    ResponderEliminar
  2. Hombre, yo he tratado la felicidad como una relación de deseo-mundo. Obviamente, puedes tener muchos deseos, que algunos se cumplan y otros no. La felicidad plena no la vamos a alcanzar nunca por un simple hecho: somos mortales. Pero puedes ser feliz en otras cosas. No es que haya grados, es que en algunas cosas eres feliz y en otras no.

    ResponderEliminar
  3. Está claro que somos seres eudaimonistas como afirmaba Aristóteles.La felicidad,la búsqueda de la misma es ínclita a la propia imperfección del ser humano.Me ha encantado tu original blog.T sigo.T invito a seguir mi blog.saludos poéticos.

    ResponderEliminar