miércoles, 22 de febrero de 2012

La cultura sigue buscando su hueco en Internet

Los servicios P2P y los videoclubs online toman posiciones tras el cierre de Megaupload


Cuando un muro opaco se resquebraja deja al descubierto todo lo que se ocultaba tras él. Así, Megaupload ha desaparecido dando el relevo a viejos compañeros a los que en su momento quitó el protagonismo, como el P2P, o a algunas nuevas incorporaciones a la distribución cultural en Internet, como son los videoclubs online, concepto que deriva del término inglés VoD (Video On Demand).

Desde la caída del cyberlocker de Kim Dotcom, las formas alternativas de consumo de cine y música a través de la red han experimentado un aumento en su clientela. Hace más de una década que la cultura se transmite a través de Internet, y desde entonces no han conseguido separarse. Los usuarios siempre han sabido encontrar lo que buscaban. Ya desde 1999 Napster permitía compartir archivos mp3 entre usuarios, y cuando éste fue demandado, Audiogalaxy y otros retomaron el camino del P2P hasta llegar en 2003 al conocido asno de intercambio de archivos: E-Mule. BitTorrent fue otro de los grandes en ese ámbito, pero el streaming abrió un nuevo horizonte a los internautas ávidos de cultura: consumir sin descargar, directamente desde la nube.

Recompensas

Una de las razones por las que Megaupload se consideraba ilegal eran las recompensas a los usuarios que subían los contenidos más populares. Precisamente esas recompensas que otras aplicaciones similares como Fileserve, VideoBB y Videozer han eliminado desde que el FBI cerró Megaupload el pasado 19 de enero. Los llamados uploaders conseguían ciertas cantidades de dinero por dar de alta los contenidos en plataformas como Megaupload o Megavideo.

Y mientras unos servicios se disponen a modificar sus prácticas habituales para asegurar su permanencia en la red, otros como Rapidshare presumen de no haber incurrido nunca en ese tipo de acciones: las recompensas no formaban parte de la política de esta web, lo que les ha permitido mantenerse íntegros.

Nuevos horizontes

Pero cultura en Internet no tiene por qué ser sinónimo de ilegal. Desde 2005 una serie de servicios de consumo cultural online se han ido abriendo paso en paralelo a Megaupload, considerados por la industria como “legales” ya que su consumo tiene un pequeño coste. Filmin, Cineclick, Wuaki.tv, Filmotech o Netflix son algunas de las plataformas VoD, que permiten ver películas y series a la carta siguiendo el modelo del pionero iTunes dedicado a la música.

Todo esto demuestra la constante persecución de los internautas por acceder a la cultura a través de la red. Y no sólo de los internautas, acusados en tantos casos de no reconocer el trabajo de los artistas, sino también de algunos autores a favor de una nueva modalidad de distribución de su obra. Ejemplo de ello es el apoyo que ofrecieron grupos como The Offspring y Smashing Pumpkins a Napster en el año 2000. Compartir contenidos a través de Internet ha supuesto pérdidas para algunos de los artistas más reconocidos, pero también ha dado popularidad a otros que estaban empezando o que simplemente no habían tenido su oportunidad de ser vistos por el gran público debido al eclipse de los gigantes musicales.

Leyes antipiratería

SOPA, PIPA, Sinde y ACTA son algunas de las siglas que más temen los internautas. Leyes denominadas “antipiratería”, que pretenden acabar con la posibilidad de lucrarse del trabajo de otros a través de Internet. Pero también prohíben la posibilidad de compartir contenidos libremente, lo que supone la vulneración de derechos fundamentales. El problema llega hasta el punto de que el texto de la ley ACTA considera infracción la mera publicación en redes sociales de enlaces a contenidos con copyright. En el caso de que ésta se aprobase finalmente, la información dejaría de ser pública para convertirse en privada. Pero antes de su firma definitiva estas leyes tendrán que superar más de un obstáculo, como el recurso de la Asociación de Internautas (AI) contra la ley Sinde-Wert admitido a trámite por el Tribunal Supremo. Víctor Domingo, presidente de la AI, considera que “el reglamento arrebata a la Justicia su potestad para dilucidar asuntos que pueden afectar a derechos fundamentales como la libertad de expresión y la de información, para entregárselos a una comisión administrativa”.

Pese a estas leyes y otras anteriores, que siempre han tenido un fundamento de protección a los creadores, independientemente de que su texto fuera más o menos permisivo con los consumidores a través de la red, las visitas a los distintos servicios de consumo de cine y música online nunca han dado tregua. Pocos meses antes de su cierre, Napster contaba con 13,6 millones de usuarios. Audiogalaxy heredó gran parte de esa clientela, que luego pasó a ser la del protocolo Gnutella. Debido a que los servidores centralizados hacían más difícil la permanencia de estas aplicaciones, comenzaron a ganar popularidad las redes como Kazaa y Ares, que evolucionaron hacia el eDonkey2000, el eMule y el veloz BitTorrent.

Megaupload llegó a suponer el 4% del tráfico de Internet, contaba con 150 millones de usuarios registrados y un tercio de los mismos utilizaba el servicio diariamente. El 19 de enero de 2012 el FBI cierra esta web, situada entre las 72 más visitadas del mundo. Al día siguiente, los usuarios habituales ya empiezan a notar la ausencia de Megaupload y deciden seguir consumiendo cultura a través de otras vías online, en este caso redes de intercambio peer to peer, como demuestran las estadísticas de Inoque, empresa que controla los paquetes que circulan por Internet. Según las cifras, BitTorrent y eDonkey son los relevos elegidos por los usuarios para acceder a contenidos culturales. Entre 2011 y 2012 los registros nuevos en aplicaciones P2P han aumentado en casi 200.000. El streaming sigue vivo en parte gracias a los videoclubs online que poco a poco van abriéndose paso tanto en EEUU como en Europa, y en concreto, en España, donde aún es pronto para aportar datos sobre su consumo y ofrecer una valoración de los mismos.

Acudir al cine a ver una película siempre va a ser una experiencia distinta a disfrutar del mismo producto en una pantalla doméstica, ya sea un ordenador, una televisión convencional o un SmartTv. Si el precio de las salas de cine se viera reducido quizá aumentaría la taquilla, pero el consumo y el intercambio de cultura a través de Internet no desaparecería, porque este tipo de práctica ya se ha afianzado en la vida de millones de usuarios. Instalar un software en su ordenador, buscar, por pocos que sean, los enlaces de descarga directa adecuados, pagar una tarifa plana para ver en streaming un número ilimitado de películas al año o abonar una pequeña cantidad por una canción son sólo algunos de los trámites que los internautas van a llevar a cabo para conseguir su objetivo: consumir cultura a través de todas las vías existentes a su alcance.

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